Mirar detenidamente la amplia cultura musical del estado Sucre nos planta frente un legado profundo, rico y valioso. No tardamos en reconocer que vamos y venimos con—y como— la música. Allegados a la región, y otros no tan próximos, han de identificar nuestros valores humanos tan ligados al ritmo, a los compases, que no en balde si te vas a otro lugar en Venezuela cualquiera habrá de sentenciarte como oriental si repentinamente cedes al impulso de la música, ya sea en el baile o el canto. Debe ser nuestro sabor a playa, a trópico, a marea, a viento caribe meciendo las indescifrables formas de esta pasión, una concepción que surge de tan privilegiada ubicación geográfica que nos otorga los dones para responder musicalmente a la vida.
Y vaya que hemos tenido una gran historia de músicos, géneros y corrientes. También la ha habido en otros estados de Venezuela, y con altísima variedad y calidad, no se vaya a creer lo contrario. Pero en Sucre la identificación con la música surge de conmovernos con las dulces y cálidas interpretaciones con las que nos parece se componen muchas canciones y ritmos. Hay una cadencia en la música sucrense con toque de desamor, de amor, de valores y tradición, de la cotidianidad, en fin, de la vida misma. Y barriendo los sinsabores se acomodan en el alma como un encuentro indispensable y vital.
Un género de cuantiosa valía es de la música popular sucrense, en la que uno de sus más grandes componentes es el compositor nacido en esta tierra: Luis Mariano Rivera. Una conformación musical nacida de la experiencia, del trabajo en el campo, del amor por el terruño, del apego a las costumbres y a su reproducción en el tiempo. Donde se evoca la raíz de nuestra historia a través de la sensibilidad del hombre y de la mujer natural, alejado del materialismo, caracterizado por rasgos acentuados en el amor, la confianza, la interpretación de los signos de la tierra y el cielo. Resultando en un ritmo que nos devuelve a las entrañas la emoción más tierna.
La música popular sucrense es, junto al joropo oriental y a otros géneros, la confluencia de todos nuestros sentimientos y pensamientos, ya que podremos seguir sus compases, sus notas, hasta después de escuchar cualquier canción. No solo por la calidad de la interpretación, sino por la conjugación con la poesía, donde en su mismísimo centro encuentra las altas torres del sentir oriental y venezolano. Con seguridad seguiremos identificándonos con el ritmo, con la música, aquí y en cualquier otra parte. Porque nacidos somos para la música y con ella nos reconocemos.
Autor: Alinson Pino
Coordinador Editorial de Educarte es Arte
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