“La memoria es
el único paraíso del que no podemos ser expulsados”.
Jean
Paul
Un olor a café
caliente o pan recién horneado, la acentuada fragancia de la naftalina en un
viejo cajón, un perfume vacilante en la brisa, ¿Cuántas veces no se activa tu
memoria al percibir ciertos aromas? Y qué decir de probar una cucharada de sopa
o un plato de pasta que te hace pensar en la preparada por tu abuela para
consentirte, o el mordisco a un postre que solo recuerdas haber merendado en el
patio de la escuela, mientras sumergías un buen pedazo en
el jugo, toddy o malta de tu termo. Y esto solo algunos de los elementos que
propician una reacción en cadena para liberar tus recuerdos con la mayor
claridad posible.
Es que la memoria es un cofre lleno de tesoros. Un barco navegando en el interior de tu mente, donde se preservan los recuerdos de aquello que vivimos y quisimos conservar, por poseer un alto valor emocional. También sucede que solemos almacenar eventos y situaciones que pensamos olvidados, o al que quizás no le dimos una atención especial. Pero cuando menos lo esperamos, aparecen, vívidos, con una claridad sorprendente, llegando a despertar en nuestro interior reacciones positivas o negativas, dependiendo de la forma en cómo fueron experimentadas en su momento.
¿Acaso por esto la memoria puede resultar un factor inapropiado para quienes consideren rescatarla? ¿De qué forma evitamos no hacerla una carga? Memorizamos consiente e inconscientemente, por medio de procesos donde el cerebro reactiva, con el pasar del tiempo, situaciones como método de defensa, adaptación y crecimiento ante experiencias del presente, e incluso, del futuro. Esto, por supuesto, puede doler en ocasiones. No es culpa de la memoria. En la experiencia que enriquece al ser, el recuerdo es parte de la conformación de la identidad, allí decidimos aceptar lo que no es de provecho para el porvenir.
Existe, además, la Memoria Colectiva, que no es otra cosa que el conjunto de herencias preservadas con el tiempo, para transmitir los valores constitutivos de una sociedad y acentuar el desarrollo de la misma. Por otro lado, tenemos la desmemoria, que suele ser considerada, según la ocasión, en el gran mal de las épocas, ya que desde ella, igual a un gran vórtice histórico, son absorbidos las nociones del mal y los errores que aquejan a la humanidad. Contra esta, afortunadamente, se suelen erigir llamados de atención para no repetir las equivocaciones del pasado. Pero, evidentemente, la memoria es un regalo que nos proporciona la dicha de seguir existiendo en todos los tiempos y espacios. Recordar siempre será la invención oportuna de las personas. ¡Qué viva la memoria!
Autor: Alinson Pino
Coordinador Editorial de Educarte es Arte
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