Confucio no inventó la confusión ¿Sabes quién fue? #SomosCultura - Educarte es Arte

Confucio no inventó la confusión ¿Sabes quién fue? #SomosCultura


Muchas son las reproducciones en el famoso portal de YouTube de aquella Miss que afirmó que “Confucio fue un chino japonés que inventó la confusión”, nada más errado comenzando por el hecho de que nadie puede ser chino-japonés. Se trata de un pensador chino que enseñaba la buena conducta de la vida, el buen gobierno del Estado, el cuidado de la tradición, el estudio y la meditación.

Confucio fue un reconocido pensador cuya doctrina recibe el nombre de confucianismo. Procedente de una familia noble arruinada, a lo largo de su vida alternó períodos en los que ejerció como maestro con otros en los que sirvió como funcionario del pequeño estado de Lu, en el noreste de China.


Nació en el pueblo de Zou. Su padre murió cuando Confucio tenía tres años y dejó a la familia en la pobreza. Confucio, a pesar de ello, recibió una esmerada educación.

Siendo aún joven, trabajó para la administración del Estado de Lu. Su primer trabajo fue en los graneros estatales y llegó a alcanzar el rango de Ministro de Justicia. Dimitió del cargo años más tarde, ya que no estaba de acuerdo con la política que seguía el príncipe.

Una de sus grandes influencias fue Zi Zhaan, primer ministro de Cheng, quien introdujo el primer código jurídico en China. También influyó en Confucio el escepticismo de su época en lo concerniente a la religión, pues a causa de haber sufrido muchas guerras se había perdido la fe en los dioses.

A los cincuenta años comenzó sus enseñanzas. Viajaba solo de un lado a otro instruyendo a los contados discípulos que se reunían en torno a él. Su fama como hombre de saber y carácter, con gran veneración hacia las ideas y costumbres tradicionales, pronto se propagó por el principado de Lu, y luego a toda China.

A partir de la dinastía Han, diversos emperadores se inspiraron en la obra de Confucio para organizar la sociedad china. En los siglos posteriores sus enseñanzas ejercieron una poderosa influencia en la filosofía y en la historia de China.

La esencia de sus enseñanzas se condensa en la buena conducta en la vida, el buen gobierno del Estado (caridad, justicia, y respeto a la jerarquía), el cuidado de la tradición, el estudio y la meditación. Las máximas virtudes son: la tolerancia, la bondad, la benevolencia, el amor al prójimo y el respeto a los mayores y antepasados. Si el príncipe es virtuoso, los súbditos imitarán su ejemplo: gobernante/súbdito, marido/mujer y padre/hijo. Una sociedad próspera sólo se conseguirá si se mantienen estas relaciones en plena armonía. La base de la doctrina confuciana es recuperar a los antiguos sabios de la cultura china e influir en las costumbres del pueblo.

El maestro Hong fue el primero que reunió a un grupo de discípulos provenientes de distintos principados para formarlos adecuadamente en el buen gobierno. Junto con las medidas a tomar que ya había formulado en su época de joven funcionario, propuso llevar a la práctica sus ideas basándose en el respeto de las Tres Dinastías y recuperar la política del Duque de Tcheu. Confucio confiaba en que un príncipe siguiera sus indicaciones. De este modo, al final de un ciclo de doce meses, se habría logrado algún resultado; en tres años, su proyecto social se habría consumado a la perfección. Podemos resumir la doctrina confuciana en una serie de mandatos que deberían ser los principales deberes de todo hombre de gobierno:

     - Amar al pueblo, renovarlo moralmente y procurarle los medios necesarios para la vida cotidiana.

     - Por este motivo, debe servirse en primer término con soberano respeto a Aquel que es el Primer Dominador.

     - Cultivar la virtud personal y tender sin cesar a la perfección.

     - En la vida privada como en la pública, observar siempre el sendero superior del «Justo Medio».

     - Tener en cuenta las dos clases de inclinación propias del hombre: unas proceden de la carne y son peligrosas; las otras pertenecen a la razón y son muy sutiles y fáciles de perder.

     - Practicar los deberes de las cinco relaciones sociales.

     - Tener por objeto final la paz universal y la armonía general.

En el poco legado escrito que dejó, las Analectas, una colección de conversaciones con sus discípulos, vemos que basaba toda su filosofía moral en una enseñanza central: el ren (jen), que es la virtud de la humanidad y a su vez está basada en la benevolencia, la lealtad, el respeto y la reciprocidad. Estos valores son imprescindibles en las relaciones humanas, que Confucio describió:

     - Entre gobernador y ministro.
     - Entre padre e hijo.
     - Entre marido y mujer.
     - Entre hermano mayor y hermano menor.
     - Entre amigos.

Estas relaciones tienen, además, una característica principal: el superior tiene la obligación de protección y el inferior, de lealtad y respeto. En último término, todas las personas están sujetas a la voluntad del Cielo (tiamchi; t’ien-chih), que es la realidad primera, la fuente máxima de moralidad y de orden. No es el tema de especulación, pero en cierto modo está relacionado mediante el ritual. En algunos textos es sinónimo de Shang-ti, el señor supremo. El Emperador gobernaba por mandato del Cielo.

Según Confucio, además del ren y las relaciones adecuadas, son precisos los rituales y el sacrificio regular. El culto al Cielo requería del Emperador, en tanto que «hijo del Cielo», que realizase un sacrificio animal al año en el templo del Cielo de Pekín. También se ofrecían sacrificios a la tierra, al sol, a la luna y a los antepasados imperiales.

No obstante, todo lo que Confucio quiso llevar a cabo no era nuevo, sino que correspondía, como él mismo confesaba, a lo ya dicho por una larga tradición de sabios. Sus ideas estaban basadas en una herencia espiritual que la escuela de los ru o letrados, y más concretamente el mismo Confucio, habían compilado y sistematizado de forma sublime.


Frases más reconocidas de Confucio:

“Exígete mucho a ti mismo y espera poco de los demás. Así te ahorrarás disgustos”

“Si ya sabes lo que tienes que hacer y no lo haces entonces estás peor que antes”

“Saber que se sabe lo que se sabe y que no se sabe lo que no se sabe; he aquí el verdadero saber”

Una casa será fuerte e indestructible cuando esté sostenida por estas “cuatro columnas: padre valiente, madre prudente, hijo obediente, hermano complaciente”

“Cada cosa tiene su belleza, pero no todos pueden verla”

“Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida”

“Donde hay educación no hay distinción de clases”


También, se atribuyen a Confucio los «Cinco Clásicos», que aparecieron con posterioridad a la muerte del maestro. Tras ésta, su obra y su vida se convirtieron en objeto de culto y generaron todo un paradigma en torno a sus enseñanzas, las cuales, alcanzan nuestros días.

Los cinco clásicos se utilizaron durante más de 2000 años como autoridad sobre la sociedad, el gobierno, la literatura y la religión en China. Los estudiantes chinos normalmente estudiaban los cortos Cuatro Libros antes de estudiar los Cinco Clásicos, los cuales consisten en el I Ching ("Clásico de los Cambios"), el Shujing("Clásico de la Historia"), el Shi Jing ("Clásico de la Poesía"), el Liji ("Clásico de los Ritos") y el Chunqiu (Anales de primavera y otoño).


Los Cinco Clásicos fueron enseñados desde el año 136 a. C., cuando el Confucianismo se volvió la ideología de estado en China, hasta principios del siglo XX. El dominio de los textos era requerido para que cualquier hombre de letras accediese a un puesto de trabajo en la vasta burocracia gubernamental. Después de 1950 sólo algunos textos escogidos fueron aleccionados en escuelas públicas.






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